Todos
los especialistas en alimentación y nutrición, pediatras y profesionales de la
medicina en general, promulgan hasta la saciedad y sostienen, con buen
criterio, que muchas enfermedades detectadas en los niños y niñas son causadas
por la carencia continuada en sus comidas de diferentes sustancias químicas que
proporcionan determinados alimentos o/y una desequilibrada o
desproporcionada ingesta de éstos. Por
eso es extremadamente importante una alimentación equilibrada consumiendo todos y cada uno de los productos indicados
en la rueda de los alimentos, aplicándoseles según la pirámide alimentaría, que
aconseja el Instituto Europeo de la Alimentación Mediterránea.
En
los comedores escolares, aunque lamentablemente no todos, se
procura –o al menos deberían de preocuparse– que este sitio no sea
únicamente un lugar donde se sacie el apetito de los niños, sino que se trabaje
porque los alimentos que se ofrecen sea asumido como un bagaje de aptitudes,
sentimientos y simbolismos socioculturales que giran alrededor del acto
alimentario, aparte de procurar
inculcárseles una adecuada educación culinaria para que en un futuro,
una vez adultos, sepan valorar en su justa medida el valor de la cultura
gastronómica. Por lo que la hora de la
comida en estos comedores,
constituya una actividad docente
más, de las muchas que se desarrollen a lo largo de la jornada en ese
determinado centro educativo.
Es
fundamental mantener una actitud positiva por parte de las familias ante el
hecho de la comida para evitar actitudes de rechazo, tanto en el propio centro
como en los respectivos domicilios de los pequeños/as, y favorecer buenos
hábitos. En casa, al igual que en el comedor del colegio el horario debe ser
regular y organizado aunque no flexible y hay que ser tolerante ante el hecho
de que los niños y niñas no siempre va tener el mismo apetito y por tanto no
siempre va a comer la misma cantidad.
En
sus respectivos domicilios, lo ideal es que las niñas y niños coman acompañados
de la familia o, a ser posible de otros niños y niñas, de manera que la comida
sea un momento agradable y, por qué no, divertido. Los pequeños/as imitarán los
hábitos alimenticios de la familia y progresivamente irán desarrollando sus
preferencias en función del gusto y aspecto del alimento.
Pepe
Oneto
Comunicador
Gastronómico
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